30/10/10

El adiós y la indiferencia

No lo podía creer. Por un instante pensé que era un chiste de mal gusto, sin embargo de repente todos los canales se hicieron eco de la noticia: Nestor Kirchner había fallecido. Mi mamá peronista de Perón, por herencia materna, quedó impactada. Sospecho que ella también pensó que se trataba de una joda, pero no. El censo dejaría de ser el tema del día para darle lugar al pinguino.

Eran las diez de la mañana aproximadamente, mi vieja todavía en estado de shock llamó a su compañera para ver si ya estaba al tanto. Marta, amiga de mi mamá, no lo podía creer tampoco. Estaba escuchando la radio pero para ese momento no habían informado nada al respecto. Yo estuve a punto de atragantarme con la bay biscuit que estaba comiendo, pero con un buen sorbo de mate cocido lo solucione.

Viaje a Retiro prácticamente sola. Se notaba en la poca gente que había en la calle un clima de conmoción e incluso en muchos tristeza. Llegue al trabajo (si, en los call center se trabaja) y de repente me sentí en otro mundo. Casi ingenuamente pregunté si se habían enterado lo de Kirchner, y si bien todos respondieron que si, parecía lo contrario.

Entre el laburo y otras ocupaciones no encontré tiempo para ir a la plaza. Ganas no me faltaron. No se trataba de ser o no kirchnerista, sino de querer estar presente en un momento que sin dudas marcaría un hito en la historia argentina. Por suerte tuve mi revancha. Eso fue el viernes, en el tercer día de duelo decretado por la presidenta.

Sali de cursar cerca de la una del mediodía y prácticamente en una pata encaré rápidamente para el subte B. Llovía mucho y había visto en la tele que el cortejo fúnebre recién estaba saliendo de la Casa Rosada. La cantidad de gente que se había acercado a la plaza había demorado el traslado del féretro al aeroparque.

Aproveché el retraso. Me baje en la estación Carlos Pellegrini y camine derecho hasta Córdoba. Llegue justo. La avenida rebalsaba de gente, algunas personas lloraban desconsoladas mientras la potencia de los más jóvenes se hacía notar con cánticos de apoyo a Cristina. El hit sin dudas de la tarde estuvo dedicado al vicepresidente que paradójicamente esta en contra del gobierno que él mismo integra.

Como diría Eduardo Galeano hubo fueguitos de todos los colores. Militantes (como si esto tuviera algo de malo), pero muchisima gente suelta. Gente que no llora por un chori y un vaso de vino, como suelen decir los informativos de los monopolios mediáticos. Algunos hombres de traje y con rosas en la mano gritando como si estuvieran en la cancha y mujeres con niños desconsoladas por la pérdida.

Marché algunas cuadras pero pronto recordé que debía volver a la burbuja. Entré al trabajo y nuevamente me sentí zapo de otro pozo. Algunos comían en la cocina impertérritos como si afuera no estuviera pasando nada, mientras el cortejo fúnebre pasaba por la puerta de la oficina. El país estaba parado, pero en el call center, emblema del neoliberalismo, nadie parecía darse cuenta.

Mi mamá siempre me cuenta que participó del entierro del General Perón donde miles de argentinos salieron a la calle para acompañar sus restos, yo en algunos años podré decir que un 29 de octubre de 2010 también participe del último adiós al ex presidente Néstor Kirchner.


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