29/8/10

Diez minutos

Don Enrique esta enamorado. La única manera de recuperar a su novia es comunicándose al último número desde el que ella lo llamó, antes de abandonar la casa de ambos. Desesperado por acceder a esa información, decide comunicarse con el servicio de atención al cliente de Erfon. Del otro lado de la línea lo atiende Nuria. Tras la consulta de Enrique, le comunica reiteradamente que no puede brindarle la información que él necesita.
El corto español dirigido por Alberto Ruiz Rojo, refleja la dinámica con la que se trabaja en los Call Centers, donde el tiempo es el único protagonista. Todo en los centros de atención esta regido por los números: veinte minutos de descanso, cinco para ir al baño, tres para tomar un café y veinte segundos para dejar al cliente en espera. Además, plantea una misma situación vista desde dos lugares diferentes. Por un lado, aparece Enrique cuyo único objetivo es obtener el número de su última llamada entrante. Por el otro, esta Nuria quien debe lidiar con el maldito reloj en cuenta regresiva que indica que en diez minutos se cortará la llamada. Y en el medio aparecen los dos intentando defender lo suyo sin importarle el otro.
Con una pequeña historia, el corto es una crítica al modelo actual de sociedad donde la falta de comunicación y el individualismo se presentan como una constante. También muestra como el silencio puede transformarse en una forma de comunicación, y a partir que la operadora se calla, ellos empiezan a entenderse. La mujer que en principio aparece como una computadora logra conmoverse ante la lucha desesperada del protagonista por intentar ser escuchado y entendido.
Sin lugar a dudas, la atención telefónica a beneficiado a muchas empresas. Los reclamos que antes se hacían en una oficina, hoy se canalizan por teléfono y como dice el director, terminan haciendo desesperar o desistir al pobre consumidor, que se vuelve loco, en un laberinto de contestadores, menús, teleoperadores y llamadas cortadas.



25/8/10

De diván

Antes de llamar a un centro de atención telefónico es conveniente conocer algunos detalles. Por ejemplo, algo que todos deberían saber, es que para hacer catarsis esta el psicólogo. Que al operador no le interesa en lo más mínimo lo que te pasa y mucho menos tiene ganas de escuchar tu historia familiar. Dicen que en la tele el tiempo es tirano, y más aún en un call center. Por eso, cuando quieras hacer una consulta tene presente el concepto de sintesis. Focaliza en el problema: no tengo internet, por ejemplo. No es necesario para el operador, saber que antes habías ido a lo de tu hermana, que cuando volviste te cruzaste con la vecina, que te tropezaste con la vereda rota y que cuendo llegaste a tu casa, mientras cocinabas, tu hijo te avisó que no funcionaba . No hable de más, sepa racionar la saliva. Por favor si ya conoce la respuesta, porque usted sabe más que el operador, evite levantar el teléfono. Le aseguro que será por el bien de ambos.




Síndrome del quemado

"Sentía nauseas, mareos, palpitaciones, insomnio y dolores cervicales. Estaba cansada y de muy mal humor, hasta que un día abandone el call center y empecé a sentirme mucho mejor". Lo que podría ser una típica propaganda de Activia (que dicho sea de paso, es muy desagradable), es en realidad lo que padecen miles de personas que trabajan a diario en los centros de atención telefónica.
Todos esos síntomas que padecen en la actualidad muchos telemarketers, forman en su conjunto una nueva enfermedad denominada síndrome del quemado. Si bien dicho trastorno fue diagnosticado por primera vez en 1974 por el psiquiatra Herbert Freudenberger. es muy moderno y esta ligado a múltiples causas, generalmente todas relacionadas con problemas laborales.
Además de dejarte con poca capacidad auditiva, tener que bancar los problemas ajenos que los clientes suelen mezclar en las conversaciones telefónicas, tener los minutos contados para ir al baño y soportar la mirada de supervisores cuando abandonas el box en busca de un café para calmar los ánimos, el call center puede terminar quemándote la cabeza.
Sin embargo, los operadores no son los únicos afectados por esta "enfermedad". El síndrome de desgaste profesional puede afectar, por ejemplo, a deportistas de alto rendimiento. Justamente, hace pocos días el ciclista alemán Jan Ullrich, ex campeón del Tour de Francia y ex campeón olímpico, anunció que le diagnosticaron burn-out y que para curarse tendrá que renunciar a sus actividades públicas durante los próximos meses.
Dicen que hay mal que por bien no venga, y así es. Lo mejor de este mal recae indudablemente en su cura: dejar de trabajar. Una vez diagnosticado, lo recomendable es abandonar las tareas laborales para evitar que el síndrome se agrave.